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La fuerza de este centro reside en su equipo docente, con gran inquietud por lograr que sus alumnos desarrollen al máximo sus capacidades y apostando por la innovación permanente.
El colegio mantiene una filosofía de formación permanente, mejora continua e innovación, desarrollando numerosos proyectos con el objetivo de mejorar la calidad educativa.
Existe una continua coordinación entre profesores y se ofrecen servicios y herramientas con un trato personalizado tanto a alumnos como a familias.
Como centro vicenciano, educamos a los alumnos para ser capaces de convivir en el mundo siendo sensibles a las necesidades que les rodean y aportando su granito de arena para construir un mundo mejor.
Para llevar a cabo nuestra labor es importante gestionar adecuadamente los recursos y así garantizar la eficiencia de las acciones y la equidad, al mismo tiempo que la sostenibilidad del centro.
Me enorgullece ver cómo a pesar del paso de los años, nuestro colegio continúa con su férrea labor en favor de los más desfavorecidos ofreciendo una educación vicenciana de calidad y abierta a todos.
"Debo emplear todo mi ser en reconocer a Dios en sus obras y reconocerle por amor"
~ Santa Luisa de Marillac
Los valores vicencianos están presentes en todos los centros educativos de las Hijas de la Caridad. Siguiendo nuestro lema y el ejemplo de San Vicente y Santa Luisa, tratamos de cumplir con nuestra misión de hacer de éste un mundo más justo en el que la sociedad sea sensible y solidaria a las necesidades ajenas.
En 1862, Sor Tomasa de Odriozola y Galarmendi, Hija de la Caridad, en colaboración con su hermano Miguel, donan la casa que habían recibido en herencia de sus padres para abrir una escuela gratuita para niñas pobres; en el documento fundacional hicieron constar dos condiciones: “que las alumnas sean niñas pobres y que si algún día la fundación desapareciera, la casa volvería a ser propiedad de la familia”.
Este edificio situado en la céntrica y antigua calle de Ruamenor, n.º 14, no gozaba de un emplazamiento del todo favorable, por su proximidad a lo que hoy es conocido como “barrio chino”. Sin embargo, siempre se tuvo gran interés en que permaneciera en ese lugar por ser la casa que los fundadores habían legado para hacer la fundación.
Al principio se abrieron dos clases; después aumentaron cuatro aulas más de Primera Enseñanza y dos de Párvulos. Se trabajaba con entusiasmo en la “instrucción de niñas y jóvenes”, así como en otras actividades: biblioteca, teatro, clases nocturnas. Asimismo funcionaban las asociaciones de “Hijas de María" y las “Damas de la Caridad”.
Unos años antes de la guerra del 36, una epidemia asola Santander. La Comunidad de este colegio se ofrece para curar a los enfermos, y una Hna., Sor Emilia, muere víctima del contagio. Las Autoridades en agradecimiento le dedican una calle, “Calle Sor Emilia” y colocan una placa a la entrada de la casa.
No se conocen más detalles de estos años; sin lugar a dudas, la labor educativa desarrollada en sus aulas transcurrió en paz y fue fecunda. Pero esta paz se vio truncada por la proclamación de la II República en 1931. El 29 de Agosto tienen que dejar “su escuelita”; cuando la situación empeora se ven obligadas a salir de Santander. El 26 de Agosto de 1937 es liberado Santander. Poco tiempo después la Comunidad se reúne y vuelve a “reabrirse” Ruamenor con lo poco que encontraron.
Al comenzar el curso 1937/38 se reanudan las clases y de nuevo el colegio se ve repleto de alumnas. Poco duró este bienestar pues el incendio ocurrido los días 15 y 16 de abril de 1941 deja todo arrasado; como recuerdo sólo quedó la campana de la Iglesia.
Gracias al tesón de las Hermanas, el 6 de agosto de 1943 es adquirido “el chalet de Saiz de Baranda”, en la calle Alta. Dicho chalet tenía una espléndida huerta con árboles frutales y hermosas flores. A finales de 1943 se abre el nuevo Colegio; éste dispone de dos clases de Párvulos y seis para niñas de Primera Enseñanza. También se imparte Taqui-Mecanografía y un buen número de alumnas se preparan para Bachillerato y Comercio, actividades ya iniciadas en Ruamenor después de la guerra.
Allí acuden también muchas jóvenes por la tarde a coser; se preparan el equipo de novia. En esta tarea colabora la asociación de "Hijas de María". La formación docente se completaba con la catequesis en la parroquia y las visitas y aportación económica que la asociación “Luisas de Marillac”, hacía a los pobres en sus domicilios.
En 1967 se inaugura el nuevo pabellón, que es donde actualmente están ubicadas las clases. En 1968 se añade un pequeño pabellón para gimnasio y salón-capilla.
Al amenazar ruinas el antiguo edificio, se derriba y se construye otro de nueva planta. En 1985 se estrena el nuevo edificio. Parte de sus dependencias se dedican a residencia de la Comunidad y parte, a otros servicios del colegio como recepción, salón de actos, aula de informática, capilla, biblioteca, dirección, secretaría, AMPA y sala de usos múltiples.
Posteriormente y ante las exigencias de las nuevas leyes de ordenamiento del Sistema Educativo han tenido que ser reestructuradas algunas dependencias e introducidas algunas infraestructuras tecnológicas, dando como resultado el colegio tal y como hoy lo conocemos.
Nuestro Colegio ofrece a la población de su entorno el Ideario de los Centros Vicencianos. Se trata de escuelas católicas, dirigidas por las Hijas de la Caridad, que inspiran su acción educativa en el Evangelio y en el espíritu de sus fundadores: Vicente de Paúl y Luisa de Marillac. Basan sus esfuerzos en la integración de los alumnos, la sensibilidad por los necesitados y la valoración del saber, como medio para servir mejor.
Creemos en la educación integral,
que favorece el desarrollo de todas las dimensiones de la personalidad del alumno.
Educamos a alumnos capaces de convivir y compartir,
sensibles a las necesidades de los demás, comprometidos por la justicia y favoreciendo su inserción en el mundo de forma responsable y constructiva.
Adaptamos la educación,
a las necesidades de cada alumno, articulando las medidas de atención a la diversidad y optando por una educación personalizada.
Ponemos al alumno en el centro,
haciéndole protagonista de su aprendizaje y potenciando la motivación, la cultura del esfuerzo y el estímulo.
Trabajamos la apertura a la trascendencia,
el desarrollo de la interioridad para abrir al alumno a la experiencia de Dios.